La lección del Cabo es dura.
Te va limando la voluntad como el viento cargado
de arena lima las rocas.
La mía para colmo es igual de dura y no se quiere
romper.
El cabo es el ojo del tornado y uno está atrapado.
Afuera agitación, adentro impotencia.
Hubo un solo momento de paz, muy frágil, que ya
incluía el anuncio de su futuro quiebre, y logré dormirme, tan placenteramente,
que me pareció la primera vez en la vida que dormía.
Pero me interrumpieron y quise volver
inmediatamente a ese estado idílico pero fue imposible: la inquietud fue
ganando los espacios de la mente; el estado de alerta se volvió a instalar
tensando casi imperceptiblemente los músculos de las piernas, el cuello, la
boca del estómago.
Tengo ganas de llorar, pero no me sale.
Es como querer vomitar algo que no está.
También estoy furiosa, pero no tengo energía para
caer en un arrebato…el desperdicio de energía está fuera de consideración.
Poder volver a dormir sería una bendición.
Pero no.
Los demás pueden, yo no.
Estoy atrapada.
Yo también quisiera contárselo a alguien.
Decirle ahora mismo que tengo un problema, que me
ayude, que me acompañe.
¿Pero qué voy a decirle a quién?
Si no son las sombras, ni los intrusos, rateros
oportunistas, mucho menos un asesino serial, ni los alienígenas, ni los
fantasmas que viven en las sombras.
No es nada externo.
Lo de afuera no te viene a joder hasta que por fin
estás bien.
Como la mosca que me sobrevuela ahora que me
acordé que escribir me alivia.
Entonces empiezo a pensar que me tengo que parar e
ir a buscar el off y ponérmelo. Pero sigo escribiendo, descargo mi furia en
pequeñas dosis, manotazos al aire, ya que nunca a la mosca.
Y sigo escribiendo.
Que casi no puede haber nada de afuera que me
vuelva a joder porque el demonio está adentro mío poniéndome en alerta, pinchándome
para que abro comillas aproveche el
tiempo cierro comillas, negándose a
dejarme obviar el hecho de que las cosas no están bien, diciéndome que sólo voy
a estar bien cuando duerma, pero que ahora es imposible.
Ahora hay que levantarse y ponerse off porque,
asumilo, te ganó una mosca.
Hablá más despacio.
Si te molesta la luz ponete el antifaz.
¿Porqué no dormís en esta media horita que el
cuarto de al lado justo quedó vacío?
Ponele una notita en la puerta a las chicas que
van a venir a buscar sus cosas.
Sacate el tema de la cabeza.
No, no hablemos más de eso, de eso ya hablamos.
Sacar ese tema justo ahora que la estamos pasando
tan bien es de mal gusto.
No cierres la puerta así ventila.
Pero la del baño sí, que entra arena.
Nos vamos a dormir. (risas)
Ahora viene la siesta del mediodía, acomodate
donde puedas.
Hoy cocino yo, comemos a medianoche, calculá que a
las 3 te dormís.
¡Vamos a hacer ejercicio!
Abandoné la idea del off, no sé porqué, debo
haberme dormido unos instantes, pero fue un semisueño lleno de pesadillas sobre
no dormir.
Me tomé 3 mates, y como soy adicta, pasó que me tapó
la incomodidad de la abstinencia, y en lugar de despertarme me calmé.
Me estaba por volver a dormir y sonó un celular.
¿Ves? (no sé a quién le hablo)
Se comprueba aquí lo que declaré anteriormente: lo
de afuera no te viene a joder hasta que finalmente estás bien.
La gente cuchichea, no sé si porque Emiliano aún
duerme o porque hay cosas que es mejor que yo no escuche.
Deben estar sacando las cuentas y calculando que,
a estas alturas, ya estoy loca.
Porque como todo el mundo sabe una forma de volver
loco a alguien es despertarlo cada vez que entra en esa fase crucial del sueño
en la que ya casi se siente el placer de la inconciencia pero todavía no se
llegó al punto en el que si uno se despierta siente la satisfacción de haber
dormido.
Otra forma de volver loco a alguien es preguntarle
algo, y cuando te lo empieza a contar irse y dejarlo con la historia por la
mitad, hablando solo.
Otra más es charlar en grupetes cercanos, pero no
tanto.
Es decir, lo suficientemente cerca como para
despertar la curiosidad y para que se entienda que de lo que se está hablando
es LA DATA DEL MOMENTO (y acá te uso las mayúsculas en lugar de las comillas)
pero lo suficientemente lejos como para que no termines de entender (vos, la
que enloquece) y te quedes en la incertidumbre. O mejor dicho en la certeza de
no saber, en realidad, qué mierda está pasando.
Dejarte toda la tarde la casa cerrada con llave y
vos afuera, sin sandalias, es desconcertante, pero no enloquecedor.
Siempre hay alguien o muy despistado o muy
compasivo que te deja abierta una ventana.
Porque además la misma gente que te vuelve loca,
es la misma gente que se la pasa tratando de que no te saques, porque te tienen
lástima…y un poquito de miedo también.
Y no olvidemos que, de ninguna manera, nada de
todo esto puede ser cierto porque, a éstas alturas, yo misma estoy convencida,
y casi complacida, de mi propia locura.
En fin, me da miedo, casi, quedarme dormida. Más
miedo me dan otras 3 horas intentando zafar de la sensación de malestar
provocada por el despertar brusco justo cuando me estaba quedando dormida.
Cuando no aguante más me tiro al mar, en la zona
de las roquitas, y puede pasar que:
1) me ahogue (fin de los problemas?)
2) me raspe y me tengan que sacar y me lleven a una
enfermería donde me cuiden y me dejen dormir
3) salga del agua por mis propios medios con la cola
entre las piernas y todo siga igual
Conclusión: ninguna
Esperar a que amaine.